En esta publicación me he decidido a comentar un libro tan aclamado como reprobado por la crítica literaria, un libro que a mí personalmente me deja sensaciones contrapuestas.
Apenas terminé de leerlo hace unos meses dado que había recabado muchas opiniones de esta obra de Muriel Barbery pero no terminaba de dilucidar si me resultaría una lectura acorde con las expectativas que albergaba sobre ella.
En “La elegancia del erizo” dos mujeres con capacidades intelectuales superiores, una niña de doce años con ideas suicidas (Paloma) y una portera de mediana edad aparentemente inculta (Renée) verán unidos sus destinos por medio de un hombre de origen japonés que aparecerá en el edificio en el que ambas conviven.
Es una obra filosófica y compleja que baja a las profundidades de la mente humana para analizar la sociedad burguesa parisina desde la perspectiva de un intelecto extraordinario y aderezada de forma magistral con numerosas referencias culturales. Filosofía pura relacionada con conceptos tan complejos como el de la belleza, el arte o el sentido de la vida humana que la autora (profesora de esta ciencia) ha querido poner al alcance de todos los lectores en esta narrativa tan peculiar.
Es una obra cuya comprensión exige una previa fusión interna del lector con su objetivo subyacente, ya que todas las cavilaciones que recoge, así como las referencias a la cultura japonesa que trae consigo la convierten en una gran lección sobre esta doctrina.
En contraposición a estas características que representan sus principales fortalezas, en mi opinión, contiene demasiadas referencias a una serie de tópicos y prejuicios que, en mi opinión, resultan excesivos y dotan a los personajes de unos tintes de engreimiento y altivez que le restan rédito a la verdadera intencionalidad de la autora tras la configuración de estos personajes principales.
Del mismo modo, la elección de los protagonistas y del inicio de la trama me parecen desacertados. Renée, la portera de aspecto vulgar con un aparente conocimiento limitado que encierra una inteligencia sublime completamente autodidacta, no acaba de encajar, al menos de forma perfecta, con una erudita niña de doce años que quiere suicidarse para conformar todo el hilo argumental de esta novela.
Sin embargo, aun reconociendo la propia contradicción, muchos apuntan en que la clave de su éxito está precisamente en la elección de tales personajes, eruditos intelectuales y lectores incomprendidos y solitarios que atesoran una inteligencia superior a la de muchas de las personas que las rodean y que se estiman y autovaloran muy positivamente. No se le escapa al lector que es más placentero identificarse e implicarse con un personaje inteligente que con uno de capacidades limitadas y en eso he de dar la razón a quien destaca este punto como favorable al fervor despertado por esta obra de Muriel Barbery.
En la narración se intercalan monólogos de ambas protagonistas en primera persona recogidos en capítulos de corta extensión. Desde mi punto de vista, aunque de considerable calidad, la narrativa de esta obra es mejorable, por cuanto, estamos ante dos perfiles muy distintos, una niña de doce años y una mujer de cincuenta y cinco aunque compartan todo un mundo de conocimiento y una especial conexión cultural, no se expresan del mismo modo, de modo que el relato hubiera agradecido un cambio de registro mucho más rico entre capítulos.
En general, por tanto, es una obra que me ha resultado agradable, incómoda, cautivadora o fría según iba atravesando sus páginas, alternando dichos estados de forma constante hasta llegar al desenlace. No obstante, haciendo una valoración global, sí recomendaría su lectura. ¿A alguien más le ha pasado? ¿Conocéis esta obra de Muriel Barbery?